martes, 29 de septiembre de 2009

Mapa del tesoro perdido


Tras el empate 2-2 frente a Gimnasia (LP), luego de una nueva eliminación tempranera en un torneo internacional a manos de Lanús (el único partido que ganó de local el equipo de Luis Zubeldía en este semestre fue contra River), los de Núñez quedan, nuevamente en situación crítica.

No encuentra el rumbo, esta hundido en un mar de desconcierto, no hay salidas que estén a la vista. Así está River hoy. Hace tiempo que este equipo no da señales de nada, que se buscan culpables y que las únicas cabezas que ruedan son las de los técnicos que tienen el valor de hacerse cargo de esta bomba de tiempo, (podríamos sumar a Eduardo Tuzzio que según la CD era responsable del mal momento del club).
El título conseguido en el Clausura 2008 solo sirve para sumar un trofeo a las vitrinas, porque si lo analizamos, hubo dos baluartes que llevaron al equipo conducido por Diego Simeone a la gloria: Juan Pablo Carrizo y Ariel Ortega. Pero fue un torneo mediocre, donde nadie logró descollar y desplegar buen fútbol.
River es un equipo que perdió su jerarquía, su prestigio, hoy ir a jugar al “Monumental” es una aventura más que grata para los rivales, cuando en toda la historia, pisar ese estadio era una derrota casi garantizada.
A comparación de los grandes planteles que ha sabido tener esta institución, éste se encuentra completamente devaluado y demacrado. Y, si entramos en comparaciones, la brecha se hace cada vez más grande. Comparar a Gustavo Cabral con Daniel Passarella o yendo un poco más cerca de la actualidad, con Celso Ayala parecería, por poco, ilógico.
Más lamentable es que los que deben salvar a River de este momento sean los ídolos históricos, como Ortega, Matías Almeyda (volvió a jugar después de cuatro años de haberse retirado del fútbol profesional), Marcelo Gallardo, y los “pibes”, los que se formaron en el club, que comienzan a dar sus primeros pasos en primera y ya cargan con una mochila demasiado pesada, caso Mauro Diaz, Daniel Villalva, Maximiliano Coronel.
Nadie puede dudar de la ineficiencia de José María Aguilar a la hora de llevar adelante las cuentas del club, y más específicamente en el ámbito futbolístico. Lo que se le debe reconocer, es que siempre respetó los contratos de los técnicos que decidía llevar a la institución.
Hay algo que los propios dirigentes no advierten, o no quieren advertir. Los que compran y venden jugadores son ellos. Los que “regalan” al goleador de la reserva (Eial Strahman: cuatro goles ni bien pisó Israel) a un grupo empresario por chaucha y palitos son ellos. Los que contratan a los Miguel Paniagua, Gustavo Cabral, Rodrigo Archubi, Martin Galmarini, Nelson Rivas, etcétera, en definitiva son ellos.
Quizás, el caso más emblemático sea el de Cristian Fabbiani, que llegó al club como la gran incorporación que iba a cambiar el ánimo de sus compañeros, el hincha fanático, el que en los dos primeros partidos que disputó revolucionó a la gente que compraba mascaras de shrek por doquier, hoy en día deambula dentro de la cancha y está cada vez mas cerca del banco. Pelea más de lo que juega, tiene una elevada exposición mediática, se lo ve más en Intrusos que en los programas de deporte, se lo critica más por aparecer en Esperanto que por sus actuaciones con “la banda”.
Resulta difícil que Néstor Gorosito saque adelante a este equipo, parece una misión imposible (de 96 puntos disputados sólo cosechó 34). ¿Habrá vida después de Pipo? no hay que olvidarse que en diciembre hay elecciones, y que cambia de mando la cúpula de la CD.
El gran candidato a volver es Ramón Díaz. Es el que todos quieren, el que todos piden para pasar este momento nefasto que viven los de Núñez. Él supo ganar todo, tricampeonato, Libertadores, Supercopa (sin dejar de lado que de Fabbiani jugaba Marcelo Salas y contaba entre otros con Enzo Francescoli; en fin, un plantel acorde a lo que representa River).
Papel aparte juega la gente, que a pesar de todo sigue concurriendo a la cancha. En el campeonato que salió último en la tabla, terminó primero en recaudación. Los hinchas dicen presente en cada partido que les toca disputar y se merecen como mínimo que sus jugadores entreguen todo adentro del campo de juego, algo que hace tiempo en River no sucede, pareciera que es lo mismo ganar que perder, irse aplaudidos o silbados, ser elogiados o criticados.
Ver a River en esta situación no deja de sorprender, acostumbrados a verlo pelear todo lo que juega (¿Cuánta agua pasó debajo del puente desde aquel Clausura 2005 y Semis de Copa Libertadores?), encontrarse con esta realidad, que en el comienzo del semestre no tenga ningún objetivo más que intentar sumar puntos para entrar a la próxima Libertadores (de más está aclarar que hoy día no estaría ingresando), así como también para no peligrar con el promedio, es más que penoso.
Levantar a este gigante que más que dormido parece estar desmayado, no va a ser tarea fácil para quién se haga cargo de la institución luego de las elecciones. Deberá trabajar y mucho para devolver a este equipo a los primeros planos, a recuperar ese prestigio que siempre tuvo. La pregunta del final muta en dos y ambas quedan flotando en el aire ¿Qué te pasa River? O más bien… ¿Qué te hicieron River?

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